miércoles, 20 de mayo de 2009

Batalla de las Navas de Tolosa

El 16 de Julio de 1212 tendría lugar en las cercanías de la localidad jienense de Navas de Tolosa la batalla decisiva que permitiría extender los reinos cristianos hacia el sur de la Península Ibérica, dominada entonces por los musulmanes.
Tras la Batalla de Alarcos en 1195, que supuso la derrota del rey castellano Alfonso VIII, el arzobispo de Toledo, Rodrigo Ximenez de Rada, y el papa Inocencio III, organizan en España una cruzada contra los almohades musulmanes ya que esta derrota había llevado la frontera musulmana hasta los Montes de Toledo, amenazando a la misma ciudad de Toledo y el valle del Tajo.

Una vez que Alfonso VIII realiza una serie de alianzas con los diferentes reinos de la Península con la colaboración del Papa y tras la noticia de una nueva ofensiva de las tropas almohades, se decide preparar un gran encuentro con las tropas almohades, dirigidas por el propio califa Muhammad An-Nasir.

Tanto los beligerantes cristianos como los musulmanes tenían un ejército variado, formado por miembros de varios países que habían acudido a la llamada de la Cruzada (en la parte cristiana) o a la de la Guerra Santa (en la parte musulmana).
Las fuerzas cristiana estaban formadas por las tropas del rey Alfonso VIII, que era el coordinador, junto con las de veinte Concejos Castellanos (Medina del Campo, Madrid, Soria, Palencia, Almazán, Medinaceli, Béjar y San Esteban de Gomaz entre otras), las cuales rondaban en total los 50.000 hombres y cuyo abanderado era Diego López II de Haro, quinto señor de Vizcaya.
También se incluían las tropas del rey Sancho VII de Navarra, Pedro II de Aragón y Alfonso II de Portugal, que sumaban otros 20.000 hombres. Asimismo, en el bando cristiano luchaban los caballeros militares de las órdenes de Santiago, Calatrava, el Temple y San Juan. Junto con ellos, se encontraban unos 30.000 cruzados provenientes, en su mayoría, de Francia y que habían acudido a la llamada de Inocencio III.
El rey Alfonso IX de León no tomó parte en la contienda al encontrarse enemistado con el rey castellano, pero sí lo hicieron varios caballeros leoneses.

Las fuerzas musulmanas estaban formadas por unos 120.000 combatientes, entre los que se encontraban la infantería ligera marroquí, reclutada en el Alto Atlas; los infantes voluntarios de Al-Ándalus; el propio ejército almohade, con su potente caballería africana; tras esta caballería se encontraban los arqueros a caballo turcos; al final, formando un apretado círculo en torno al califa, se encontraban los imesebelen, soldados-esclavos procedentes de Senegal, los cuales estaban encadenados con gruesas cadenas de oro y estacas, de tal forma, que no les quedaba otra alternativa que luchar o morir (estas cadenas son las que incorporaría Sancho VII al escudo de Navarra).

El ejército cristiano se reunió en Toledo a principios del verano de 1212 y avanzó hacia el sur. Tras la toma de Malagón, se produjo la deserción de la mayoría de los cruzados francos, en parte por las incomodidades y el calor, pero en parte también por no estar de acuerdo con la política seguida por Alfonso VIII, ya que este había ordenado un trato humanitario hacia los musulmanes en caso de victoria después de los asesinatos y los malos tratos infringidos a la población musulmana tras la toma de Malagón y de los incidentes y los crímenes cometidos por dichas tropas francas en la judería de Toledo.

Los cristianos se fueron aproximando a la llanura de Navas de Tolosa, ya que pensaban sorprender al enemigo y llevar a cabo una batalla campal, la cual les propiciaba aunque sus tropas fueran menores. Pero el califa cortó el acceso al valle, dejando a los cristianos rodeados de montañas y, por consiguiente, con menor libertad de movimiento. No obstante (según la tradición, gracias a un pastor que les indica la senda), consiguen aproximarse al enemigo hacia el oeste a través de un paso llamado Puerto del Rey y, ya en terreno llano, marchar contra el enemigo.

Después de dos días de pequeñas escaramuzas, el 16 de Julio, cansados de esperar y temiendo las deserciones, atacan a las tropas almohades.
Tras una carga de la primera línea de las tropas cristianas, los almohades, que doblaban ampliamente el número de éstos, realizan la táctica de simular una retirada inicial para contraatacar luego con el grueso de sus fuerzas de élite en el centro.
Al verse rodeado por el enorme ejército almohade, acude la segunda línea de combate cristiana, pero no es suficiente y las tropas de López de Haro comienzan a retirarse, pues las bajas son muy elevadas, no así el propio capitán que, junto a su hijo, se mantiene en combate cerrado junto a Núñez de Lara y las Órdenes Militares.
Al notar el retroceso de muchos de los villanos cristianos, los reyes al frente de sus caballeros e infantes, inician una carga crítica con la última línea del ejército. Este acto, infunde nuevos bríos en el resto de las tropas y es decisivo para el resultado de la contienda ya que los flancos de la milicia cargan contra los flancos del ejército almohade mientras que los reyes marchan en una carga imparable. Sancho VII se dirige directamente hacia Al-Nasir y, junto con sus 200 caballeros navarros, atraviesan la última defensa: los imesebelen.

El hacinamiento de atacantes y defensores dentro del círculo del califa fue decisivo. No existía ninguna forma de detener una carga de caballería pesada y, los arqueros musulmanes, los más temibles enemigos de los caballeros, no podían actuar debidamente cogidos en mitad del tumulto. El ejército de Al-Nasir se desintegró, buscando cada cual su propia salvación en la huida, incluido el propio califa.

Como consecuencia de esta batalla, el poder musulmán en la Península Ibérica comenzó su declive definitivo y la Reconquista tomó un nuevo impulso que produjo, en los siguientes cuarenta años, un avance significativo de los reinos cristianos.

(FUENTE: wikipedia.org)

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