
Acusados durante siglos de mantener prácticas religiosas ostensiblemente paganas fueron segregados y tratados como «raza inferior» y «herética» impidiéndoseles contraer matrimonio con gentes de otras poblaciones (lo cual les forzó a una cierta endogamia, hecho que reforzó el rechazo hacia ellos). Los agotes sufrieron discriminaciones que les obligaban el vestir un ropaje para ser identificados como tales, frecuentemente debían portar en sus prendas un signo rojo similar a la huella de pie de gato o de pata de oca, signo semejante al que estaban forzados los llamados «gafos», ya que los agotes eran asimismo discriminados con el prejuicio que les creía «portadores de enfermedades». Se les acusaba particularmente de contagiar la lepra y en muchos lugares estaban obligados a hacer sonar una campanilla a su paso para que los no agotes pudieran apartarse a tiempo. La leyenda les atribuía rasgos físicos distintivos, como no tener lóbulo en la oreja, idea que tomó fuerza incluso después de que desapareciera la marginación, cuando cundió la idea de que eran de origen étnico diferente a la población autóctona de los valles.
Los agotes no podían mezclarse en ningún caso con los no agotes. En las iglesias navarras solían tener su propio espacio para oír misa, al fondo a la izquierda, bajo el coro, y con frecuencia tenían una entrada propia. También tenían su propia pila bautismal. Una barrera, generalmente una raya en el suelo (en Arizkun era una verja) les impedía acceder a la parte delantera del templo, cerca del altar. Incluso sus ofrendas eran recogidas y puestas aparte de las del resto de los fieles. No podían cultivar la tierra, ni criar ganado, no podían andar descalzos bajo pena de abrasarles las plantas de los pies con un hierro candente, ya que se decía que todo lo que tocaban se contaminaba (de ahí que fuera relativamente corriente que los agotes cojearan). No podían acudir a bailes y fiestas.
Sin embargo también hay testimonios a su favor, se decía que tenían alma de músicos, eran los txistularis, tamborileros y bertsolaris de las tierras navarras y destacaron como poetas. Como todo lo que tocaban lo contaminaban ejercían los oficios de carpintero, sepultureros, canteros ya que entonces se creían que estos materiales no transmitían la enfermedad. Si bien estos oficios los pudieron realizar conforme el paso del tiempo. Algunos autores suponen que los agotes al realizar trabajos manuales de carpintería y cantería serian los constructores de muchas iglesias y fortalezas regidas por los templarios, ya que según estos al ser un pueblo maldito y excluido los agotes no hablaban y los conocimientos iniciáticos pasaban de padres a hijos en el mayor secreto. La orden del Temple fue la única orden que tenía una cierta relación con los agotes.
Un documento que ha llegado hasta nosotros es una Bula pontificia fechada el 13 de mayo de 1515, en la que se recomienda al Chantre de la catedral de Pamplona el examen de la petición que los agotes elevaron al Papa para que se les tratase como al resto de los fieles. La sentencia eclesiástica en su favor no surtió demasiado efecto en la práctica, como tampoco lo hicieron sendos decretos dictados en 1534 y 1548 por las Cortes de Navarra a favor de este grupo marginado. En 1673, Pedro de Ursúa (defensor de los agotes) escribió un alegato a favor de alguno de ellos para que se les reconociera como originarios de Baztán. El 27 de diciembre de 1817 se promulgó una ley por la que se suprimían todas las discriminaciones que existían, y se aprobaba la igualdad de derechos con sus vecinos de Arizkun, Baztan y Navarra. Ese año las Cortes de Navarra abrogaron las medievales leyes discriminatorias y luego se intentó la deportación de los agotes desde sus valles hacia una población cercana a Madrid que se llamaría Nuevo Baztán, si bien la mayoría de los agotes o permaneció en sus tierras ancestrales o regresó a las mismas. La discriminación así como la conciencia de la existencia de los agotes se fue diluyendo a lo largo del tiempo. El último sitio donde se mantuvo cierto grado de prejuicio hasta bien entrado el siglo XX, según los testimonios de los pobladores, fue la localidad navarra de Arizkun, en la que existe un barrio llamado Bozate que, originariamente, era el gueto reservado a los agotes. Era tal el desprecio y sometimiento que tenían que soportar ante las leyes medievales de la época que se les aisló completamente de la sociedad.
(FUENTES: wilipedia.org; jdiezarnal.com).
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