jueves, 14 de mayo de 2009

La sinagoga del Tránsito


La del Tránsito, actual Museo Sefardí, fue una de las diez sinagogas conocidas de la ciudad de Toledo y la mejor conservada del pasado hebreo peninsular. Originariamente denominada sinagoga de Samuel ha Leví, ha llegado a nosotros con su actual nombre debido a que, en el paso del siglo XVI al XVII, se usó como iglesia bajo esta advocación, y albergó un cuadro del pinto Correa de Vivar representando el Tránsito de Nuestra Señora. Aunque el edificio se concibió como lugar de culto judío- la aljama toledana la llegaron a formar unas cuatro mil personas-, su fábrica es una conjunción perfecta del mudéjar toledano, sintetizando el arte de las tres culturas, como muestra especialmente en las exuberantes yeserías que recubren sus muros. En ellas, la ornamentación une a los motivos geométricos y vegetales, de tradición hispano-musulmana, la flora gótica y las obligadas cintas epigráficas hebreas.

Su construcción se debe al monarca Pedro I el Cruel y al personaje que le dio nombre, Samuel ha Leví, tesorero y consejero del primero que murió en 1360 tras ser acusad o de fraude ala Hacienda Real, por lo que su erección debió tener lugar hacia 1357. Aunque los judío habían sido defendidos y protegidos a menudo-recordemos la Carta intechristianos et judaeos promulgada por el conquistador de Toledo Alfonso VI- éstos se convertían con frecuencia en chivo expiatorio de la población ante cualquier situación crítica. En uno de estos arrebatos antijudíos, acaecidos en 1355, la judería fue arrasada por los partidarios de Enrique de Tratámara, motivo por el que su rival, Pedro I el Cruel, permitió que “... en aquella ciudad pudiesen fabricar de nuevo una sinagoga mayor, la cual sin licencia no podían hacer, porque solamente les era permitido reparar y sustentar las antiguas”. De este modo fue levantada la nueva sinagoga, en cuya fachada una placa testimoniaba el agradecimiento al rey con estas palabras “El gran monarca, nuestro señor y nuestro dueño el rey don Pedro. ¡Sea Dios en su ayuda y acreciente su fuerza y su gloria y guárdela cual pastor su rebaño!”

En el edificio, a pesar de haber sido modificado en su aspecto interior, pero sobre todo en el exterior, destaca una gran sala rectangular concebida de modo similar al salón del trono de los reyes cristianos. Se trata de la sala de la oración, a la que se accedía por un zaguán que se comunicaba a su vez con el exterior y con varias habitaciones, hoy unidas en su función museística, que tuvieron un primigenio uso como yasibah o escuela religiosa. En esta zona, las excavaciones han descubierto una estructura abovedada que bien pudo usarse como guerniza, lugar destinado al almacenamiento de los libros sagrados en desuso.

En cuanto a la imponente sala rectangular, la parte más destacada del edificio, no es sino un poderoso armazón que sustenta una riquísima decoración de yeserías, madera tallada y policromada, y cerámica vidriada. Aunque acerca de este último elemento hemos de hablar en pasado, ya que la cerámica que formaba un zócalo, ha desaparecido por completo excepto en el solado, bajo lo que fue el altar de la iglesia que sustituyó a la sinagoga.
Por su parte, la madera que cubre el techo de la estancia sustentando la cubierta y también algunos vanos, pese haber perdido parte de la policromía, ostenta una riqueza decorativa abrumadora, conservando motivos de origen taifa que perduraron durante siglos en la decoración toledana.
Pero donde la riqueza y abundancia de motivos decorativos se extrema es en las yeserías, que reproducen en los muros tallos, hojas, flores, escudos, motivos geométricos y otros, que alcanzan su máxima expresión en la pared este. Ello es debido a que es el lugar más destacado de la sala, ya que tras sus arquillos polilobulados se encontraba el hejal o arón acodes, zona en la que se hallaban los rollos sagrados, la Torá. Son destacables igualmente las cintas epigráficas con abundantes textos religiosos, así como los de agradecimiento a los personajes que de un modo u otro hicieron posible la sinagoga, como es el caso de Leví o de Pedro I. Los textos de carácter sagrado son en su mayoría salmos o cantos de alabanza de los israelitas al pasar el mar Rojo, y se encuentran en la tribuna de mujeres.
Esta tribuna, o matroneum, está situada en la parte superior del lado meridional de la estancia, donde también destacan los arcos y las yeserías. Desde ella, las mujeres seguían los cultos a través de cinco grandes ventanales con celosías, accediendo desde el exterior por una escalera que en la actualidad está cegada. En los arcos lobulados, que r4ecorren toda la parte alta, se ha querido ver una característica de la arquitectura toledana que habría perdurado hasta alcanzar su máxima expresión en el triforio de la seo de la ciudad del Tajo.

Tras su uso como sinagoga devino en iglesia, primero bajo la advocación de San Benito, lo que ha dejado su huella en yeserías que reproducen la cruz de Calatrava o los escudos de los Manrique, los Lara y otros nombres de la nobleza castellana, y luego como del Tránsito. Pero en tan larga historia también encontramos altibajos, como apunta el hecho de que en el siglo XVIII era ya sólo una ermita, hasta que con la desamortización de Mendizábal perdió esta condición. Tras la consolidación y limpieza que siguieron a su declaración como Monumento Nacional el 1 de mayo de 1877, se barajó la posibilidad de instalar entre sus muros un centro de estudios hebraicos que, finalmente, no se concretó. No obstante, su pasado judío fue reafirmado con la inauguración, en 1964, del Museo Sefardí, que en 1970 pasó a depender de la Red de Museos estatales del Ministerio de Educación y Cultura.

(FUENTE: “La sinagoga del Tránsito: arte de las tres culturas”, Memoria, la Historia de cerca, 18, 2009, pp.93-96)

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