viernes, 19 de noviembre de 2010

Las Tres Culturas

Una de las cosas más características de la Edad Media es la diversidad de cultos religiosos que se podían dar dentro de un mismo territorio, así como la diversidad de creencias que, partiendo de una misma base, se desarrollaban por líneas divergentes dando lugar a lo que, más adelante, se considerarían herejías.

En una época en la que la fe cristiana estaba prácticamente empezando en su monopolio, las gentes humildes seguían aferradas a antiguas costumbres “paganas” que, en mayor o menor medida se disfrazaban de cristianismo para poder seguir siendo practicadas. Los judíos, desperdigados por toda Europa, seguían con sus ancestrales creencias y surgía una nueva religión, la islámica.
Aunque con el tiempo las tres grandes religiones monoteístas (las Religiones del Libro) se enzarzarían en una lucha casi eterna (dura hasta hoy día) por llevar la razón ante las otras, no debemos olvidar que hubo un tiempo en el que convivieron conjuntamente y en armonía, alimentándose unas de otras y compartiendo sabiduría y conocimientos. Ese hecho se dio aquí, en la Península Ibérica, en Hispania, en Al-Ándalus, en Sefarad; distintos nombres para una tierra que, una vez, fue tolerante.

Cuando en el siglo V se creó el Reino Visigodo en la Península, éstos trajeron el cristianismo bajo lo que sería más adelante una herejía: el arrianismo. En el 587 el rey Recaredo se convierte al catolicismo imponiendo así esta religión en todo el reino como la oficial.
Aunque en un tiempo la población del Imperio Romano era judía en un 7% con propiedades, tierras y representación en todas las profesiones, las autoridades cristianas los restringieron a la usura y el comercio menor, por lo que las persecuciones y la privación de derechos hacia los judíos eran bastante habituales.

Cuando en el siglo VIII los musulmanes invaden la Península, esta situación cambia ya que consideran al pueblo judío como una clase muy útil para el gobierno árabe, por lo que se vivirá una etapa de libertad y esplendor para los sefarditas.
Bajo el dominio musulmán, España se volvió la luz de la civilización en una Europa que se encontraba en tinieblas. El intercambio con Medio Oriente se estableció y la economía se desarrolló bajo la influencia de los pobladores musulmanes y judíos.
La cultura floreció ya que el califato occidental quería brillar más el de oriente en Bagdad, lo que hizo que se buscara la excelencia en cada campo.
Muchos cristiano de la Europa Occidental llegaron a estudiar a España cuando se enteraron de la gran actividad intelectual que aquí se llevaba a acabo. Toledo fue en particular un importante centro de reunión de las tres creencias, donde estudiantes y místicos podían discutir libremente.

Cuando Alfonso VI conquista Toledo a los musulmanes (1085) sigue manteniendo en su corte a los más versados y creativos profesionales de todas las religiones. Sin embargo, favorecía a los musulmanes y a los judíos en tal grado que sus cortesanos cristianos estaban preocupados por su influencia.

España fue testigo de un periodo único de la historia. Fue el país anfitrión de la Época de Oro en la que el intercambio tolerante y amistoso entre las tres religiones de occidente fue posible. Por un breve tiempo Córdoba y luego Toledo, fueron capitales espirituales de Europa. Fue sólo cuando los elementos fundamentalistas de las tres creencias trataron de restablecer sus religiones en forma simplista que el proceso se frenó y fue destruido. Fue después de 1492 y de la expulsión de los judíos y más tarde de los musulmanes.

(FUENTES: wikipedia.org; kabbalahsociety.org)

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