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Por ejemplo, la cruzada ya había sido esbozada por Gregorio VII para ayudar a Bizancio tras su derrota en Manzikert, pero no fraguó por estar la iniciativa demasiado ligada al papado. Urbano II, por su parte, unió la idea de guerra santa a ala liberación de los Santos Lugares y, aunque no está claro que fuera su intención, a la de la peregrinación. La petición de ayuda de Alejo I fue usada por Urbano II para llevar a cabo los planes que se venían gestando en Cluny desde tiempo atrás. Buena prueba de ello es el modo en que preparó el terreno para el concilio de Clermont mediante un recorrido por varios monasterios cluniacenses y ciudades francesas. Este trabajo previo le permitió contar con una enorme red de agentes encargados de difundir el mensaje de la cruzada que, en el fondo, pretendía delimitar con claridad la primacía del poder espiritual sobre el secular. Urbano murió el 29 de julio de 1099 sin haber recibido la noticia de la toma de Jerusalén.
(FUENTE: J.F.RUIZ; "Las Cruzadas: Occiedente y Oriente"; Memoria de la Historia; 21; 2009; p.28)
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