viernes, 19 de noviembre de 2010

Las Tres Culturas

Una de las cosas más características de la Edad Media es la diversidad de cultos religiosos que se podían dar dentro de un mismo territorio, así como la diversidad de creencias que, partiendo de una misma base, se desarrollaban por líneas divergentes dando lugar a lo que, más adelante, se considerarían herejías.

En una época en la que la fe cristiana estaba prácticamente empezando en su monopolio, las gentes humildes seguían aferradas a antiguas costumbres “paganas” que, en mayor o menor medida se disfrazaban de cristianismo para poder seguir siendo practicadas. Los judíos, desperdigados por toda Europa, seguían con sus ancestrales creencias y surgía una nueva religión, la islámica.
Aunque con el tiempo las tres grandes religiones monoteístas (las Religiones del Libro) se enzarzarían en una lucha casi eterna (dura hasta hoy día) por llevar la razón ante las otras, no debemos olvidar que hubo un tiempo en el que convivieron conjuntamente y en armonía, alimentándose unas de otras y compartiendo sabiduría y conocimientos. Ese hecho se dio aquí, en la Península Ibérica, en Hispania, en Al-Ándalus, en Sefarad; distintos nombres para una tierra que, una vez, fue tolerante.

Cuando en el siglo V se creó el Reino Visigodo en la Península, éstos trajeron el cristianismo bajo lo que sería más adelante una herejía: el arrianismo. En el 587 el rey Recaredo se convierte al catolicismo imponiendo así esta religión en todo el reino como la oficial.
Aunque en un tiempo la población del Imperio Romano era judía en un 7% con propiedades, tierras y representación en todas las profesiones, las autoridades cristianas los restringieron a la usura y el comercio menor, por lo que las persecuciones y la privación de derechos hacia los judíos eran bastante habituales.

Cuando en el siglo VIII los musulmanes invaden la Península, esta situación cambia ya que consideran al pueblo judío como una clase muy útil para el gobierno árabe, por lo que se vivirá una etapa de libertad y esplendor para los sefarditas.
Bajo el dominio musulmán, España se volvió la luz de la civilización en una Europa que se encontraba en tinieblas. El intercambio con Medio Oriente se estableció y la economía se desarrolló bajo la influencia de los pobladores musulmanes y judíos.
La cultura floreció ya que el califato occidental quería brillar más el de oriente en Bagdad, lo que hizo que se buscara la excelencia en cada campo.
Muchos cristiano de la Europa Occidental llegaron a estudiar a España cuando se enteraron de la gran actividad intelectual que aquí se llevaba a acabo. Toledo fue en particular un importante centro de reunión de las tres creencias, donde estudiantes y místicos podían discutir libremente.

Cuando Alfonso VI conquista Toledo a los musulmanes (1085) sigue manteniendo en su corte a los más versados y creativos profesionales de todas las religiones. Sin embargo, favorecía a los musulmanes y a los judíos en tal grado que sus cortesanos cristianos estaban preocupados por su influencia.

España fue testigo de un periodo único de la historia. Fue el país anfitrión de la Época de Oro en la que el intercambio tolerante y amistoso entre las tres religiones de occidente fue posible. Por un breve tiempo Córdoba y luego Toledo, fueron capitales espirituales de Europa. Fue sólo cuando los elementos fundamentalistas de las tres creencias trataron de restablecer sus religiones en forma simplista que el proceso se frenó y fue destruido. Fue después de 1492 y de la expulsión de los judíos y más tarde de los musulmanes.

(FUENTES: wikipedia.org; kabbalahsociety.org)

jueves, 16 de septiembre de 2010

Catedral de Cuenca

Cuenca fue conquistada por Alfonso VIII de Castilla en el año 1177. A continuación la mezquita fue cristianizada como era habitual hasta que se pudieran acometer las obras de un templo ex-novo de tipología cristiana. Esto debió suceder entre diez o veinte años después.
En 1208 se había consagrado el Altar Mayor por lo que la cabecera debió estar construída completamente para esas fechas.
Tradicionalmente, y como sucede con otros edificios de aspecto exótico construídos en Castilla en aquella época, se ha vinculado con la esposa del monarca, Leonor Plantagenet.

Como tradicionalmente se a adscrito la catedral de Cuenca a la corriente franconormanda o, más acertadamente, a la Île de France de la segunda mitad del XII, se piensa que la reina Leonor incluiría en su construcción arquitectos del norte de Francia, que conocían la que se realizaba en Laon.

El caso es que se trata de un edificio que, salvo peculiaridades y simplificaciones, se puede incluir en la categoría de Primer Gótico francés, es decir, perteneciente a esa corriente del siglo XII previa al Gótico Clásico y que tiene sus mejores exponentes en las catedrales de Laon, Soissons y París.

La planta inicial de la catedral estaba formada por tres naves; a la altura del crucero se transformaba en cinco naves y continuaba formando cinco ábsides, siguiendo las trazas del Románico imperante. En el siglo XV los cinco ábsides fueron sustituídos por una doble girola para aprovechar el desarrollo de las cinco naves de que disponía la catedral. Su nueva planta quedaría formada por una planta de cruz latina, tres naves, doble girola y un profundo presbiterio. El crucero está cubierto por una gran bóveda central de influencia anglonormanda.

Lo más notorio es la fachada principal neogótica construída por Vicente Lampérez a comienzos del siglo XX. Esta fachada había llegado a esta época con elementos góticos y barrocos del siglo XVIII pero, en 1902, la torre del Giraldo se derrumbó y se llevó por delante parte de dicha fachada. Así surgió el proyecto del nuevo cerramiento de las naves

Hace poco visité por primera vez esta catedral y quisiera hacer un par de comentarios, para compensar, uno a favor y otro en contra.
En favor, hay que decir que, para ser una de las catedrales más baratas que he visitado (la entrada no llega a 3 euros frente a los casi 6 de algunas catedrales) la visita está muy bien organizada ya que, con la entrada, te dan una audio-guía para que vayas descubriendo paso a paso cada capilla, cada columna y cada relicario.

En contra, debo añadir la mala idea de compaginar en las vidrieras "el estilo abstracto con el arte medieval" (como decía la susodicha audio-guía). Parece ser que, hace unos años, salió a concurso la reestructuración de dichas vidrieras (menos de una de ellas que sigue la original...afortunadamente) y optaron por esta mezcla de estilos que, siempre desde mi humilde opinión, no ha sido muy acertada para una de las catedrales más antiguas de Castilla.

No obstante y, como siempre, os insto a visitarla y disfrutar de su arquitectura.


(FUENTES: catedralesgoticas.es; arteguias.com).

miércoles, 21 de abril de 2010

Arqueta de Leyre

Este píxide está confeccionado en marfil de elefante y plata. Tiene forma rectangular con la tapa con forma de pirámide truncada y unas medidas de 23.6 x 38.4 x 23.7 cm.
Procede del taller de Medinat Az-Zahira y fue realizado por Faray y sus discípulos en el 395 de la Hégira (1004-1005 d.C.).

Las inscripciones con tallas modelas y abultadas con atauriques, en las cuales se representa al califa Hisam II , además, se recrearon gacelas, águilas, leones, un unicornio y antílopez en lo que sería una escena de caza.

La epigrafía nos indica por encargo de quién se construyó: “En el nombre de Alá, bendición de Alá prosperidad, alegría, esperanza de obras buenas, retraso del momento supremo para el Hayb Saif al-Dawin Abd al-Malik ibn al-Mansur. Dios le asista, de lo que mandó hacer pororden suya bajo la dirección del Fata al-Kabir Zuhayr ibn Muhammad al-Amiri, su esclavo. Año cinco y noventa y trescientos.
Fue hecho por Faray con sus discípulos
Firman: “Maestro Faray”, “Misgan”, “Rasid”, “Jaid” y “Sa Abada”.

Denominada arqueta de Leyre por haberse conservado en dicho monasterio como relicario de las Santas Nunilo y Alodia. Originariamente habría tenido un destino aúlico como se deduce de la representación de personajes cortesanos, escenas de cacería, justas y animales.
La pieza se exhibe en el Museo de Navarra en Pamplona, aunque anteriormente perteneció al Monasterio de Leyre, a la iglesia Santa María la Real de Sangüesa y al Tesoro de la catedral de Pamplona.

(FUENTES:wikipedia.org; cfnavarra.es).

jueves, 7 de enero de 2010

Castillo de Olite


El Palacio de los Reyes de Navarra de Olite o Palacio Real o Castillo de Olite es una construcción de carácter cortesano y militar construido durante los siglos XIII y XIV en la localidad de Olite. Fue una de las sedes de la Corte del Reino de Navarra a partir del reinado de Carlos III “El Noble”.

Parece ser que el primitivo castillo de Olite fue levantado sobre una antigua construcción de origen romano del siglo III. Se tiene constancia y pruebas documentales de que los visigodos, posteriormente los primeros Reyes de Navarra (Sancho el Fuerte) y, más tarde, los denominados Teobaldos (siglos XII y XIII), utilizaron y reconstruyeron el primitivo castillo de Olite (Palacio Viejo, actualmente Parador Nacional de Turismo).

En 1350, con Carlos II el Malo, se iniciaron las primeras obras de ampliación con la construcción de la primera capilla de San Jorge, al sur del Palacio Viejo y en la ubicación de las ruinas de la actual, paralelo a la muralla romana y medieval y detrás de la iglesia de Santa María. También es de esa época cuando se empiezan a tener las primeras noticias de la construcción de una gran torre sobre la muralla romano-medieval, más al sur de la mencionada capilla.
A partir de la subida al trono del hijo de Carlos II, comenzaron a realizarse las obras del gran conjunto que conocemos hoy día. Fue Carlos III El Noble quien, en el siglo XIII, comenzó la ampliación del anterior castillo, dando lugar al Palacio de los Reyes de Navarra. Aunque casi todos lo llaman “castillo” lo correcto es referirse a él como “palacio”, ya que se trata de una construcción con carácter cortesano, donde los aspectos residenciales prevalecieron sobre los militares.

Uno de sus principales encantos es el aparente desorden de su diseño. Esto se debe a que su construcción nunca se afrontó como un proyecto de conjunto, debiéndose el resultado final a las continuas obras de ampliación y reformas que se sucedieron durante siglos, aunque la mayor parte de las obras se realizaron entre finales del siglo XIV y principios del XV.

El castillo-palacio de Olite es una de las construcciones más importantes de la zona y una de las joyas de la arquitectura militar navarra, singular por unir elementos militares y residenciales. El recinto se articula en varios núcleos. Uno de ellos es el actual parador que se compone de un recinto rectangular y tres torres. Otra parte es el, mal llamado, palacio de la Reina, que no son sino las ruinas de la Capilla de San Jorge, del Oratorio del Rey, de las Galerías Alta y Baja de la Capilla y de la base de una torre desmocha, de basamento romano, que servía de comunicación entre el Palacio Viejo y el Palacio Nuevo. El último núcleo está formado por una serie de cuerpos alrededor de la torre del Homenaje que es el lugar en el que se encuentran las dependencias reales.

Se denomina Palacio Viejo, el actual parador de Turismo, es un recinto rectangular articulado alrededor de un patio central con tres torres. También hay una serie de torres en la parte central, destacando la torre de los Cuatro Vientos, desde la que contemplaban los torneos los reyes navarros. En las torres hay que destacar la presencia de almenas, cornisas matacanes y toda una serie de elementos dedicados a la defensa.

La parte más espectacular y grandiosa del Palacio, es el denominado Palacio Nuevo. Reconstruido enteramente por Carlos III, sobre una torre central de menor tamaño y altura que ya debió de ordenar construir su padre Carlos II.
Las estructuras se articulan en torno a un gran torreón o donjon macizo, dentro del cual (según la documentación de los Archivos de Comptos de Navarra), se ubicaban las estancias más lujosas, suntuosas y ricas del Palacio. A su alrededor crecieron una serie de dependencias, torres y murallas, en función de las necesidades del Rey, sus ideas, caprichos y recursos económicos.

La mal llamada torre del Homenaje, es una reconstrucción arbitraria y discutible del siglo XX de la llamada Torre de la Vit (en francés, vit es caracol y ese nombre lo recibe porque dentro de ella se aloja la escalera de caracol que comunica las diferentes estancias de la Gran Torre). Recrecida y aumentada en altura con las mencionadas restauraciones, ofrece una imagen muy diferente a la que tuvo en el siglo XIV-XV.

Bajo la Capilla de San Jorge hay una bodega vacía. En los cercanos pasadizos que recorren gran parte de la población medieval de Olite, algunas bodegas comerciales, las aprovechan par depositar allí las grandes botas de vino, pero la bodega de Palacio no tiene utilidad (el acceso es muy precario, por una escalera muy deteriorada).

Está construido en piedra labrada de buenos sillares. La piedra se encuentra bien elaborada y perfectamente colocada tanto en las torres como en el resto de las estructuras.
Debido a los sucesivos destrozos que ocasionaron las distintas guerras que tuvieron como escenario esta zona Navarra, el castillo quedó destruido y no fue hasta el siglo XX cuando se inició su reconstrucción.
El palacio se encontraba ricamente decorado con azulejos y techos de madera tallada, pero toda esa riqueza decorativa que hicieron de Olite un monumento único en su género, quedó volatilizada el 16 de febrero de 1813 en un pavoroso incendio provocado por el terrible y sanguinario General Espoz, con el pretexto de evitar que los franceses, en su retirada, se hiciesen fuertes en él. Los únicos restos que se pueden observar hoy, son los paneles de yeso decorado que se encuentran en la denominada Cámara de los Yesos.

Fue declarado Monumento Nacional en 1925.

(FUENTES: wikipedia.org; castillosnet.org)

viernes, 1 de enero de 2010

Año Xacobeo


Justamente hoy que comenzamos este nuevo año y que constituye el último año xacobeo hasta dentro de 11 más y, teniendo en cuenta que estamos descubriendo el Camino de Santiago “entrada a entrada” y etapa a etapa…me gustaría dedicar unas breves anotaciones a lo que supone que un año sea xacobeo, quién instauró esta costumbre y, siempre dentro de las suposiciones, porqué fue así.

Comencemos por lo más obvio, ¿cuándo un año es xacobeo y que significa esto?

Denominaremos Año Santo Jacobeo (o Ano Santo Xacobeo, en galego) al año en el que el 25 de Julio, festividad de Santiago el Mayor, cae en domingo. Esto sucede con una carencia regular de 6-5-6-11 años, siendo el 2010 el último de la serie (esto es, el último hasta dentro de 11 años). Claro está, si se produce alguna alteración en la secuencia de los años bisiestos, como ocurrió con la Reforma Gregoriana (1582), esta carencia variará.

En cada año Xacobeo los católicos pueden obtener la bula jubilar o el jubileo, lo que supone la indulgencia plenaria para el perdón de todos sus pecados siempre y cuando se sigan una serie de condiciones que sería:

- Visitar la Catedral de Santiago de Compostela.

- Rezar alguna oración, al menos un Credo y un Padre Nuestro y pedir por las intenciones del papa. También se recomienda escuchar misa.

- Recibir los sacramentos de la penitencia (puede ser quince días antes o después) y el de la comunión.

El primer año Xacobeo fue instaurado por el papa Calixto II en 1126. Este papa accedió al sillón de San Pedro en 1119, encontrándose de lleno metido en el conflicto de las investiduras. Desde el primer momento este papa quiso solucionar dichos conflictos y conseguir la supremacía de la Iglesia y, de hecho, al año siguiente expulsa al antipapa de Roma volviendo a instaurar la Santa Sede en Italia (después de los años pasados en Francia).

En otro orden de cosas y quizás por ser tío del futuro rey leonés Alfonso VII, en 1120 retira su condición de dignidad Metropolitana a Mérida y se la concede a Santiago de Compostela. En 1123 en el Concilio de Letrán, se confirman los acuerdos de Worms que pusieron fin al conflicto de las investiduras y promueve la Segunda Cruzada.

Pero no es hasta 1126 cuando concede a la ciudad de Santiago de Compostela un status similar a las ciudades de Roma o Jerusalén o al hecho de participar en las Cruzadas, esto es, el jubileo, el perdón de todos los pecados a través de una peregrinación, en este caso. Al mismo tiempo, dota a la ciudad de Santiago de una fama y de una afluencia de gentes que, como no podría ser de otra forma, saneará su economía (y por supuesto la de la Iglesia) y dará prestigio y veracidad a los restos del supuesto Apóstol Santiago, el Mayor.

(FUENTES: wikipedia.org)



martes, 29 de diciembre de 2009

Estella - Lizarra

Esta quinta parada nos conduce a Estella-Lizarra, casilla nº 5 del juego de la Oca. Salimos de la localidad de Puente la Reina por el puente románico sobre el río Arga y giramos a mano izquierda para despedirnos de este precioso pueblo por Zubiurrutia, el barrio de las monjas. Entonces entramos en la comarca de Val de Mañeru, pueblo de vino. Cruzamos Cirauqui pisando parte de una calzada romana y un puente de la misma época (transformado en el siglo XVIII). Visitaremos las localidades de Lorca, Villatuerta y, por fin, llegaremos a Estella-Lizarra.

Estella es una ciudad medieval cuyo auge y crecimiento es debido al Camino. La Arquitectura y convivencia entre navarros, francos y judíos le ha valido el calificativo de “pequeña Toledo”. Puede considerarse una ciudad francesa en el corazón de Navarra. Es tal el cúmulo de parecidos con la ciudad francesa de Le-Puy-en-Vezelay, punto de partida de la vía Podense hacia Santiago, que podemos descartar la casualidad. Ambas cuentan con sendas basílicas dedicadas, en lo alto de un cerro, a la Virgen del Puy, ambas imágenes de la Virgen son negras, ambas ciudades cuentan con el mismo patrono, San Andrés. Ambas se han levantado al abrigo de los meandros de ríos parecidos y, si superponemos los planos de ambas, la disposición de sus monumentos es idéntica pero invertida, como si Estella quisiese reflejar en un espejo Le Puy. Fruto de repoblaciones francas durante los siglos XI y XII, Estella se pobló básicamente con oriundos de la zona de Vezelay que encontraron en la ciudad del Ega un ambiente evocador de su ciudad natal, que quisieron reproducir por estos lares.
Resulta muy interesante de visitar la Iglesia del Santo Sepulcro, del siglo XII, con una portada de 12 arquivoltas y un tímpano que representa a Cristo bajando a los Infiernos y un friso del Apóstol Santiago Peregrino; las románicas de San Juan Bautista y de San Miguel, la de San Pedro de Lizarra de estilo Gótico, la de San Pedro de la Rúa con su capitel de columnas torcidas y el Palacio de los Reyes.

Como no podía ser menos, Lizarra también cuenta con sus propias leyendas del Camino. Una de ellas cuenta porqué en la hornacina sobre la puerta de entrada del templo de Rocamador, a la salida de Estella, puede verse una talla de Nuestra Señora en Majestad en la que, contra lo habitual, el Niño descansa sobre el brazo derecho de su madre en lugar del izquierdo. Cuenta la leyenda que un peregrino fue acusado de la muerte de un vecino durante el jolgorio que acompañaba a las fiestas de Santiago. En vista de que algunas pruebas circunstanciales lo delataban, fue condenado a muerte a pesar de porfiar en su inocencia. Cuando se iba a ejecutar la sentencia, ya sobre el cadalso, el peregrino pidió la palabra y declaró que, como prueba de su inocencia, en ese momento el niño que acunaba la Virgen de Rocamador cambiaría de brazo. Los vecinos corrieron a comprobarlo y volvieron admirados por el prodigio. El peregrino quedó en libertad y pudo continuar su camino.

(FUENTES: Caminodesantiago.consumer.es; elcaminoasantiago.com; infocamino.com)

miércoles, 23 de diciembre de 2009

La Disputa de las Investiduras

Cuando en 1073, Gregorio VII es elevado a la sede pontificia, la primera medida que toma ese mismo año es la de la obligatoriedad del celibato eclesiástico mediante la prohibición del matrimonio de los sacerdotes.
Numerosos abades, obispos y eclesiásticos en general prestaban vasallaje a sus señores civiles en razón de los feudos adquiridos. Cualquier clérigo podía tener un reducto feudal con las mismas condiciones que un laico, solamente algunos feudos eclesiásticos tenían como condición que el vasallo fuera un clérigo, en dicho caso y contando con que este no lo era, el aspirante quedaba investido eclesiásticamente de modo automático. Siendo territorios de dominio señorial que llevaban aparejados derechos y beneficios feudales, su concesión era realiza por los soberanos seculares mediante el acto de investidura; el problema viene porque, en el caso de los feudos eclesiásticos, un laico no puede consagrar clérigos, o lo que es lo mismo, no podía otorgar investidura de un feudo eclesiástico. Esta prerrogativa se atribuía en exclusiva para si o para sus legados el sumo pontífice.


Para los reyes y emperadores esto era impensable, ya que los feudos eclesiásticos eran, ante todo, feudos. Tan vasallos como los demás y con las mismas obligaciones, tanto económicas como militares en caso de necesidad. Los monarcas no podían permitir que la discrecionalidad legislativa del papa, operativa en todo caso en asuntos puramente religiosos, les privara de investir a los destinatarios de dichos feudos y que, por consiguiente, les quitara el provecho de los mismos.

Por otro lado, los mismos obispos, abades y los simples clérigos se opusieron al cambio de su situación por el riesgo de pérdida de las condiciones y prerrogativas de que disfrutaban en sus posesiones feudales.

Estas medidas afectaban, sobre todo, al emperador del Sacro Imperio Romano, ya que la mayoría de sus feudos eran eclesiásticos y de dichos vasallos es de donde elegía sus personas de confianza y sus administradores. Renunciar a sus derechos en estos feudos equivalía a prescindir de sus máximos consejeros.

Las miras de Gregorio VII estaban puestas claramente a minar la autoridad imperial ya que, en 1074, dicta otros cuatro decretos sobre la simonía y las investiduras; que no se promulgan en Inglaterra, ni en Francia ni en España.

La reacción por parte de las autoridades civiles y de los mismos clérigos afectados fue tan virulenta que, en muchos casos, corría peligro la integridad personal de los legados vaticanos que fueron enviados para publicar y hacer cumplir los edictos del papa. Lejos de amedrentar estas reacciones al papa, muy al contrario, no suavizó sus métodos ni rebajó el tono de sus amenazas. Dictó nuevos decretos que repetían las prohibiciones anteriores amenazando con la excomunión para quienes, siendo laicos, entregasen una iglesia o para quienes recibiesen de aquéllos.

Los edictos promulgados por el papa se resumen en tres aspectos:

- El papa está por encima de los fieles, clérigos, obispos e, incluso, de tolas las Iglesias locales, regionales y nacionales, así como de todos los concilios.

- Los príncipes, incluido el emperador, están sometidos al papa.

- La Iglesia romana no ha errado en el pasado ni errará en el futuro.

Estas pretensiones son las que llevan al papa a un enfrentamiento con el emperador alemán en la llamada Disputa de las Investiduras, que podemos considerar como un enfrentamiento entre el poder civil y el eclesiástico sobre la cuestión de a quién compete el dominio del clero.

Enrique IV no parecía dispuesto a admitir la menor merma en su autoridad imperial y se comporta con desdeñosa indiferencia hacia las prescripciones pontificias. Siguió invistiendo a obispos para cubrir las sedes vacantes en Alemania. Gregorio VII recriminó al emperador su insolente actitud, le dirigió un nuevo llamamiento a la obediencia y le amenazó con la excomunión y la deposición. Por respuesta, Enrique IV convocó en Worms, en el año 1076, un sinodo de prelados alemanes que no se cohibieron en manifestaciones de vesánico odio hacia el pontífice de Roma y de abierta oposición a sus planes reformadores. Con el respaldo clerical expresado formalmente en el documento que recogía las conclusiones de la asamblea, en el que se dejaba constancia de desobediencia declarada al papa y se le negaba el reconocimiento como sumo pontífice, el emperador le conminó por escrito a que abandonara su cargo y se dedicara a hacer penitencia por sus pecados, a la vez que le daba traslado del acta del sínodo episcopal. La indignación en Roma superó cualquier límite. El concilio que se estaba celebrando en esas mismas fechas en la ciudad santa dictó orden de excomunión para Enrique IV y todos los intervinientes en el sínodo alemán, a lo que el papa añadió una resolución de dispensa a los súbditos del emperador del juramento de fidelidad prestado, lo declaraba depuesto de su trono imperial hasta que pidiese perdón, y prohibía a cualquiera reconocerlo como rey.


Con motivo de la publicación de la bula de excomunión contra el emperador, la nobleza opositora logró convocar en Tribur
la Dieta imperial con la manifiesta intención de deponer al monarca, aprovechando además que los rebeldes sajones estaban de nuevo en pie de guerra. Enrique IV se vio en situación comprometida. Ante el peligro de que el papa aprovechara esta reunión para imponer sus exigencias, y amenazado además de deposición por los príncipes si no era absuelto de la excomunión, Enrique IV decide ir al encuentro del papa y obtener de él la absolución.


A principios de 1077 fue advertido el papa de que el emperador estaba en camino hacia Italia. No cuestionó las hostiles intenciones de éste y buscó refugio seguro en el inexpugnable castillo de Canossa, cerca de Parma. Pero Enrique no venía encabezando ningún ejército, sino como penitente arrepentido que imploraba el perdón del santo padre y que deseaba retornar al seno de la iglesia mediante el levantamiento de la excomunión. Llegó a Canossa el 25 de enero de aquel gélido invierno pidiendo ser recibido por su Santidad. Se cuenta que el papa demoró la entrevista por término de tres días, durante los cuales permaneció el humilde emperador descalzo y arropado con una simple capa a las puertas de la fortaleza. El papa, sorprendido por la inesperada actitud de su enemigo, vacilaba sobre la mejor forma de actuar: el sumo sacerdote no podía negar la absolución de sus faltas a un peregrino que se presentaba de aquella guisa dando muestra de humildad y contrición; pero, de hacerlo, Enrique IV se vería de nuevo reintegrado en la comunidad cristiana, confirmado en su trono con pleno derecho de ceñir la triple corona, y exento de cualquier tara que sirviera de argumento a sus enemigos para exigir su abdicación. No tuvo otra opción que perdonar y absolver, ennoblecido moralmente y derrotado políticamente.
Al regreso de Enrique a Alemania, los partidarios de su cuñado Rodolfo de Suabia, reunidos en Forchheim, proclamaron nuevo emperador a Rodolfo. Enrique IV quiso poner a prueba al papa y le exigió en tono altanero que excomulgara a Rodolfo de Suabia. Las relaciones se agriaron y el emperador volvió a proceder como ya lo había hecho en ocasión anterior: convocó un concilio de prelados alemanes en Brixen que declaró desposeído de su dignidad pontificia a Gregorio VII y nombró en su lugar al arzobispo de Ravena, investido como Clemante III. La reacción del papa no se hizo esperar, e inmediatamente, en ese año de 1080, por un concilio celebrado en Roma depuso de su cargo imperial a Enrique IV, le fulminó con la excomunión y reconoció como legítimo rey a su cuñado Rodolfo.

Enrique IV se puso al frente de un poderoso ejército y marchó sobre Roma. Instalado en la ciudad santa, reunió en ella un concilio al que fue convocado Gregorio VII, mas éste no acudió, sabedor de que iba a ser juzgado y condenado. Su inasistencia no evitó su excomunión y destronamiento. En su lugar se colocó a Clemente III que se apresuró a coronar a Enrique IV y a su esposa Berta el 31 de marzo
de 1084. Gregorio solicitó la ayuda del normando siciliano Roberto Guiscardo, quien puso en marcha sus huestes de aventureros, en su mayoría musulmanes, y las lanzó contra Roma. Enrique abandonó cautamente la ciudad que quedó a merced de aquellas hordas incontroladas. Se produjo un verdadero saqueo, intolerable para el pueblo romano que se sublevó contra los valedores de la autoridad gregoriana. Fue la excusa para una salvaje represión sangrienta en la que sucumbieron millares de ciudadanos y la urbe quedó arruinada. Bajo la protección de semejante vasallo y escoltado por sus milicias musulmanas, Gregorio VII huyó de la Roma devastada y aceptó el asilo que Guiscardo le dispensó en Salerno, donde murió al año siguiente.

Tras un fugaz paso por la sede pontificia de Victor III, fue designado papa en 1088 Urbano II. En Roma, no obstante, seguía instalado el antipapa Clemente III con sus partidarios. Urbano se propuso desalojar de la ciudad santa a su oponente, para lo que confió en sus vasallos sicilianos. En efecto, con el apoyo del ejército normando pudo abrirse paso hasta Roma en noviembre de 1088, donde hubieron de librarse cruentas batallas entre las tropas del antipapa y las del papa para que éste pudiera por fin acceder a su legítimo trono. Instalado en él buscó la manera de derribar al emperador aglutinando en la poderosa Liga Lombarda las ciudades de Milán, Lodi, Piacenza y Cremona. Urbano II murió en 1099, sin haber podido doblegar a su personal enemigo Enrique IV.


(FUENTE: wikipedia.org).

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Leonor de Aquitania

Leonor nació en Poitiers (1122) y fue la mayor de los tres hijos habidos del matrimonio de Guillermo X, duque de Aquitania, y de Leonor de Châtellerault.
Como en 1130 murere su único hermano, Guillermo, se convierte en la heredera de su padre. Así, el 9 de abril de 1137 con la muerte de su padre fallecido en una peregrinación a Santiago de Compostela, Leonor toma posesión del inmenso ducado de (que se extiende desde el Loira hasta los Pirineos siendo esto dominios más grandes que los territorios directos del rey de Francia).

El 4 de julio de 1137 contrae matrimonio, a los 15 años, con el futuro rey de Francia (Luis VII), un año mayor que ella. Debido a la muerte de Luis VI, ese mismo año ascienden al trono. Ocho años más tarde, en 1145, nace su primera hija, María, futura condesa de Champaña.
Cuando la reina apoya el matrimonio ilegítimo de su hermana Petronila con el conde Raúl I de Vermandois, empiezan las tensiones entre la pareja, ya que el rey había enviado a su hermano a invadir Vermandois en castigo de la bigamia del conde. Además de por esta decisión, es duramente criticada por la curia eclesiástica (especialmente por Bernardo de Claraval y el abad de Suger) por su comportamiento emancipado y liberal. Aunque nada de ésto imoportaba al monarca francés que estaba locamente enamorado de su esposa.

En 1147, la pareja marcha a la Segunda Cruzada, aunque el rey no lo permitió de buen grado pero Leonor, en su calidad de duquesa de Aquitania y, por tanto, la mayor feudataria de Francia, insiste en partir como los demás señores feudales.
Durante su estancia en Antioquía se produce una relación entre Leonor y su tío, Raimundo de Poitiers, príncipe de la ciudad, que da lugar a toda clase de murmuraciones y que provoca el alejamiento del rey y la reina.
Finalmente, Luis obliga a su mujer a volver con él a la fuerza, deteniéndose en Roma en su camino hacia Francia buscando la influencia del Papa, que intenta reconciliar a la pareja real. Aunque el resultado de este nuevo acercamiento fue el nacimiento de su segunda hija, Alix (futura condesa de Blois), la pareja estaba irremediablemente distanciada y consiguen la anulación de su matrimonio el 21 de marzo de 1152 alegando el parentesco entre ambos. Leonor conservaría sus dominios.

El 18 de mayo de 1152, contra matrimonio con el que pronto sería Enrique II de Inglaterra, uniendo sus vastos dominios en Francia (Anjou, Mine y Normandía). De este modo se forma el llamado Imperio Angevino. De este matrimonio nacieron ocho hijos, cinco varones y tres mujeres.
La existencia de una amante de Enrique II, provocó el enfrentamiento entre Leonor y el rey y, a partir de 1173, Leonor promueve la rebelión de tres hijos del rey contra su padre. Tras reprimir la rebelión, el rey encarceló a Leonor, primero den Chinon y luego en Salirbury, donde permaneció hasta la muerte del rey en 1189.

Recuperada la libertad, Leonor se convirtió en regente de los dominios angevinos durante las ausencias de su hijo Ricardo (Corazón de León). Tras la vuelta de este rey de la Tercera Cruzada, Leonor se retira a la Abadía de Fontevrault, de donde saldría después de la muerte de su hijo Ricardo para conseguir la coronación de su otro hijo, Juan, relegando a su nieto, Arturo I de Bretaña.

En 1200, contando con casi 80 años, da muestras de una fortaleza impresionante cuando decide viajar hasta Castilla, cruzando los Pirineos, para escoger entre sus nietas, las infantas de Castilla (hijas de su hija Leonor y de Alfonso VIII de Castilla) a la que se convertiría en esposa del hijo de Felipe II Augusto, el futuro Luis VIII.

Moriría el 1 de abril de 1204 en la Abadía de Fontevrault, a los 82 años de edad, siendo sepultada allí mismo junto con su esposo Enrique II y su hijo Ricardo.

(FUENTE: wikipedia.org)


martes, 3 de noviembre de 2009

Mitos eróticos de la Edad Media

El cine y la literatura nos han transmitido la existencia de ciertas costumbres eróticas medievales que no fueron tales.

EL MITO DE LA PRIMERA NOCHE: Son muchos los excesos y abusos atribuidos al sistema feudal. Uno de los más populares es el ius primae noctis, o derecho de pernada. Según este supuesto privilegio, el señor tenía la prerrogativa de acostarse con las vasallas recién casadas en su misma noche de bodas. Multitud de libros y películas han recreado estos episodios, pero no existe ni un solo documento jurídico de la época que mencione tal derecho. A lo que sí estabna olbigados los vasallos era a pedir permiso para casarse, permiso que se les concedía a cambio de un tributo. En algunas regiones el pago de tasas iba ligado a una ceremonia ritual de sumisión, durante la cual el señor pasaba la pierna simbólicamente por encima del lecho nupcial en señal de dominio. De ahí derivaría el término pernada.
¿Significa eso que los señores feudales jamás violaban a sus vasallas? En absoluto. Se han documentado casos de abusos sexuales, pero éstos no constituían un derecho, sino que se consideraban una “malfetría”, o fechoría, de los nobles. Aunque la mayoría de las veces quedaban impunes, en ocasiones provocaban revueltas campesinas o protestas formales ante el rey.

CASTIDAD SIN CERROJO: Otro mito muy difundido es el de los cinturones de castidad. Con ellos, supuestamente, los cruzados garantizaban la fidelidad de sus esposas mientras guerreaban en Tierra Santa. Sin embargo, es impensable que una mujer llevara un cinturón de castidad durante años. Las infecciones, inevitables, las conducirían a la muerte en pocos días.
El único indicio antiguo de la existencia de estos artilugios es un boceto del siglo XV, más de cien años posteriores a la última cruzada. Se ignora si realmente llegó a fabricarse, pero de ser así, lo más probables es que las mujeres lo usaran para protegerse de violaciones en viajes o paseos, y solamente durante unas horas. Hasta ahora, todos los cinturones que se han examinado con medios modernos han demostrado ser imitaciones creadas en el siglo XIX. La mayor parte de los museos de historia medieval los han retirado ya de sus vitrinas.

(FUENTE: A. ECHEVARRÍA; “De pernada, nada”; Historia y vida; 500; 2009; p.93)

lunes, 7 de septiembre de 2009

Urbano II

Odón de Lagery fue elegido papa con el nombre de Urbano II el 12 de marzo de 1088 tras la muerte de su predecesor Víctor III (1085-1088). Su pontificado se inscribe en el marco de la Querella de las Investiduras, que enfrentó al papa Gregorio VII (1073-1085) y a sus sucesores con los emperadores del Sacro Imperio, y de la reforma gregoriana que pretendía recuperar el prestigio perdido de la Iglesia y eliminar los vicios de los que estaba aquejada. Al igual que sus predecesores, había sido monje benedictino; Víctor III fue abad de Montecassino, mientras que tanto Gregorio como Urbano lo fueron de Cluny. Como principal continuador de la obra gregoriana, aprendió de los errores anteriores y encontró vías para superar las dificultades encontradas por su iniciador.


Por ejemplo, la cruzada ya había sido esbozada por Gregorio VII para ayudar a Bizancio tras su derrota en Manzikert, pero no fraguó por estar la iniciativa demasiado ligada al papado. Urbano II, por su parte, unió la idea de guerra santa a ala liberación de los Santos Lugares y, aunque no está claro que fuera su intención, a la de la peregrinación. La petición de ayuda de Alejo I fue usada por Urbano II para llevar a cabo los planes que se venían gestando en Cluny desde tiempo atrás. Buena prueba de ello es el modo en que preparó el terreno para el concilio de Clermont mediante un recorrido por varios monasterios cluniacenses y ciudades francesas. Este trabajo previo le permitió contar con una enorme red de agentes encargados de difundir el mensaje de la cruzada que, en el fondo, pretendía delimitar con claridad la primacía del poder espiritual sobre el secular. Urbano murió el 29 de julio de 1099 sin haber recibido la noticia de la toma de Jerusalén.


(FUENTE: J.F.RUIZ; "Las Cruzadas: Occiedente y Oriente"; Memoria de la Historia; 21; 2009; p.28)

viernes, 31 de julio de 2009

Puerta de Santa María, en Burgos

Aunque esta puerta fue diseñada y realizada en el siglo XVI (ya fuera del periodo propiamente "medieval"), me ha parecido adecuado dedicarle una entrada en este blog debido a su increíble diseño, su monumentalidad y porque, al fin y al cabo, se trata de la "restauración" de una de las puertas de la ciudad y, por tanto, de origen medieval.

La sensación que tuve al situarme frente a la Puerta de Santa María, la primera vez que la vi, es indescriptible, por eso os aconsejo a todos que la veais con vuestros propios ojos. La blancura de su piedra y la enormidad de su diseño la hace realmente espectacular.

Uno de los empeños fundamentales de los consejos en el siglo XVI fue la renovación de las puertas de ingreso a la ciudad, por razones tanto funcionales como de carácter estético y emblemático. Buena prueba de ello es el Arco de Santa María de Burgos, construcción en la que se combinan aspectos góticos y renacentistas, y cuyo programa iconográfico sirve, en este marco monumental, de permanente glorificación del emperador Carlos y de la historia de la propia ciudad. De marcado carácter defensivo, fue sede del cabildo burgalés. Los encargados del proyecto fueron Francisco de Colonia y Juan de Vallejo mientras que las esculturas son obra de Ochoa de Arteaga. La puerta de Santa María simula un castillo, con dos robustos cubos que encuadran el arco de ingreso.

Comunica la plaza de la catedral con el río Arlanzón. Es obra del siglo XVI, que sustituye a otra anterior. Se concibió como monumento triunfal en honor de Carlos V; con este objetivo la proyectaron Francisco de Colonia y Juan de Vallejo, con un programa iconográfico cuyo fin es exaltar los grandes protagonistas de la historia de Burgos: el fundador, Diego Porcelos; los jueces Laín Calvo y Nuño Rasura; los héroes legendarios, Fernán González y el Cid Campeador, y el rey en cuyo honor se erige, Carlos V. Dos grandes cubos encuadran el arco de ingreso, donde se practicaron nichos que alojan las estatuas indicadas, todo ello bajo la protección de un ángel custodio y de la patrona de la ciudad, la Virgen María, insertos en sendas hornacinas en el cuerpo superior; este cuerpo ático está a su vez jalonado por cuatro torrecillas almenadas. Las esculturas son obra de Ochoa de Arteaga. Parece que aquí se reunía el concejo de la ciudad desde el final de la Edad Media. Conserva algunos restos antiguos de gusto islámico.

(FUENTES: cvc.cervantes.es; artehistoria.es)

miércoles, 1 de julio de 2009

Puente la Reina - Gares

La cuarta parada del Camino Francés nos conducirá a Puente la Reina. Esta etapa se considera la casilla nº 4 del juego de la Oca (o la 36 si vamos de regreso). Saldremos de Pamplona y recorreremos Cizur Menor, Zariquiegui y subiremos por el Alto del Perdón, para volver a bajar y visitar las localidades de Ulterga, Muruzábal, Obanos y, finalmente, llegar a Puente la Reina.

A lo largo de este tramo del Camino, incluso antes de entrar en Puente la Reina, ya nos encontramos curiosas leyendas. Una de ellas, de época carolingia, cuenta que, a la salida de Pamplona rumbo a Cizur Menor, tuvo lugar la disputa entre Carlomagno y el gigante Aigolando, caudillo musulmán, que cubrió de sangre de soldados musulmanes los campos existentes entre Iruña y Cizur.


En el término de Zariquiegui, en la subida al puerto del Perdón, el peregrino encuentra la Fuente de Reniega, donde según la tradición se apareció el diablo para tentar a un sediento peregrino ofreciéndole agua a cambio de renegar de Dios, la Virgen María y el apóstol Santiago. Superada la prueba por el peregrino el Apóstol premió su fe haciendo brotar en este punto un manantial de frescas aguas del que dio de beber al peregrino con su propia vieira.

Muy cerca de la localidad de Obanos, y cargada de misterio, se encuentra la Iglesia de Santa María de Eunate, románica del siglo XII sobre la que no existe documentación y origen definido que la hacen sea un lugar singular y emblemático del Camino de Santiago y cuenta con una importante carga esotérica, telúrica y misteriosa. Es un edificio cuya función fue cementerial y funeraria. Tiene estrecho parecido con el Sancti Spiritus de Roncesvalles y el Santo Sepulcro de Torres del Río, situadas muy cerca del comienzo y final del tramo navarro respectivamente, formando parte de un escalonamiento entre dichas capillas funerarias.

Puente la Reina debe su nombre al puente, "la linda puente" del Códex Calixtinus, mandado construir, según la mayoría de los eruditos, por la reina Doña Munia o Doña Mayor, esposa de Sancho el Mayor de Navarra. En la parte más elevada del puente existió una torreta cubierta que custodiaba una imagen de la Virgen. Se cuenta que un txori (pajarillo en euskera) acudía cada cierto tiempo y quitaba con sus alas las telarañas de la imagen y, mojando su pico en el agua, la limpiaba motivando exaltadas muestras de fervor religioso por parte de los vecinos que explotaban cohetes e incluso llegaban a correr novillos cuando esto ocurría.

En Puente la Reina confluyen las rutas jacobeas franco-navarra y franco-aragonesa, procedentes, respectivamente, de Roncesvalles y Somport.
La unión de los dos caminos más transitados es anunciada por un monumento al Peregrino, desde el cual penetra bajo el arco de la Iglesia del Crucifijo, cruza la carretera y recorre la calle Mayor hasta el bello puente románico de siete ojos, construido sobre el río Arga por la reina doña Mayor para servicio de los peregrinos.

Quizás lo más destacable de esta localidad a nivel arquitectónico, sea la mencionada Iglesia del Crucifijo. Denominada así por un crucifijo en el que se ve la imagen de Cristo crucificado sobre una cruz en forma de Y (otra vez la pata de Oca aparece en el Camino), es de origen templario. Este crucifijo sustituyó a una pintura en alguna fecha desconocida entre 1314 (año de la disolución de la Orden Templaria) y junio de 1325, por lo que el original nombre de la Iglesia (Nuestra Señora deis Orzs) cambió al nombre actual.

(FUENTES: caminodesantiago.consumer.es; juegodelaoca.com; wikipedia.org; infocamino.com)

domingo, 28 de junio de 2009

El año 1.000

A mediados del silo XI, el monje borgoñón Raúl Glaber describió cómo el año 1.000 se vio precedido por hambrunas epidemias, herejías y fenómenos celestes insólitos que causaron hondo dolor y aflicción entre clérigos y laicos “Se creía que el orden de las estaciones y los elementos había vuelto al caos, y que aquello era el fin del género humano”, sentenció. Desde entonces, muchos historiadores han supuesto que la narración de este cronista da cuenta de una serie de fenómenos que pudieron conmocionar a la sociedad altomedieval, aterrada por la posibilidad de que con el cambio de milenio se produjera el fin de los tiempos.
El origen de esta interpretación se encuentra en el último libro bíblico, El Apocalipsis de San Juan, que revela que tras mil años, la humanidad se vería azotada por los desastrosos acontecimientos previos al retorno de Cristo. Sin embargo, salvo algunos testimonios que, a menudo de forma indirecta, se refieren a hechos aislados, ninguna ola de pánico sacudió Europa en este tiempo. ¿Cómo surgió tal creencia?

En El mito histórico del año 1.000, el medievalista y Premio Nacional de Historia de España Eloy Benito Ruano identifica al principal responsable de la masiva difusión de esta falacia: el historiador británico William Robertson. En Cuadro de los progresos de la sociedad europea, escrito en 1.769, este autor, que contaba con un gran prestigio intelectual, anotó que a finales del siglo X corrió la opinión por Europa de que los mil años que menciona San Juan en el Apocalipsis habían llegado, y con ellos el fin del mundo. Según Robertson, “esto causó una gran consternación en el orbe cristiano; muchísimos renunciaron a su patrimonio y abandonando a familia y amigos se encaminaron a Tierra Santa, donde creían que Jesús volvería a aparecerse para juzgar a los hombres”. La historiografía romántica del siglo XIX hizo suyo este discurso y autores como el economista francés Léonard de Sismondi lo enriquecieron y universalizaron. En su Historia de la caída del Imperio Romano y del declive de la civilización, compuesto en 1.835, de Sismondi llegó a firmar que según se aproximaba la fecha fatídica, “la masa entera de los hombres se hallaba en el estado de ánimo del condenado a muerte; todo trabajo quedó sin objeto”. Benito Ruano cita que el abad Lausser fue un paso más allá y en su Estudio histórico del siglo X (1.866) llega a proclamar que “toda actividad cesó y un silencio profundo, una extraña paz se hizo en Occidente”.

Estas estampas decimonónicas y otras aún más pintorescas – algunos afirman que se extendió el canibalismo por medio continente y que el clero empezó a vender plazas para el Paraíso – mostraban a las gentes de finales de 990 como víctimas de una especia de mal del siglo, un sentimiento muy del gusto de los autores románticos. De este modo, la idea se popularizó y, de hecho, ha pervivido hasta nuestros días, y eso que sus difusores no tuvieron en cuenta, por ejemplo, que los pueblos europeos no partían de la misma fecha para contar el tiempo – en los reinos cristianos de la Península Ibérica solía usarse la era hispánica, que comenzaba en el 38 a.C. – o que otras culturas, como la judía, usaban su propio calendario.
Según Benito Ruano, si bien existen alusiones a la creencia, el temor o la suposición de un posible fin del mundo, no hay noticia alguna de conmoción general en un lapso prudencial de tiempo en torno al año 1.000 que pueda considerarse una manifestación o consecuencia de esos supuestos terrores. Otra cosa muy distinta es el impacto psicológico que causaron algunas noticias, como la extensión de una epidemia por el norte de Italia en 997 conocida como el mal de los ardientes, la destrucción de la iglesia del Santo Sepulcro en 1.009, las periódicas incursiones de los pueblos nórdicos o las acometidas de Almanzor sobre los reinos cristianos de la Península Ibérica que marcaron el fin del milenio. “Seguramente existió una inquietud por el ocaso del mundo – una preocupación que perduró a lo largo de la Edad Media -, pero no un terror apocalíptico predeterminado para una fecha fija”, señala Benito Ruano. Por el contrario, numerosos acontecimientos desmientes que la población se estuviera preparando para el fin. En Colonia, por ejemplo, tuvieron lugar grandes festejos en diciembre de 999 con motivo de la llegada de un nuevo arzobispo y Venecia, que había sido asolada por un incendio en 977, comenzó a ser reconstruida. Además, se conservan innumerables documentos de préstamos que dan cuenta de las deudas que los acreedores esperaban cobrar a lo largo del primer cuarto del siglo XI. El medievalista francés Edmond Pognon indica que se trata de algo único en la historia del pensamiento: “una doctrina profesada sin éxito alguno en la época en la que debería haber estado de actualidad comienza a ser hinchada desmedidamente varios siglos más tarde y adquiere un crédito casi universal”.

El oscurantismo con el que se ha querido relacional el año 1.000 contrata con la revolución social y económica que se produjo en Europa en aquella época. Los cambios en el sistema de la producción agrícola, como la introducción de la rotación en los cultivos y la mejora de los arados, propiciaron un importante crecimiento demográfico que se tradujo en la colonización de nuevas tierras y la apertura de rutas comerciales. La expansión del arte Románico y el impulso de los peregrinajes a Tierra Santa son muestras de esa revitalización, que se consolidaría a lo largo del siglo XI y que animaría a los grandes señores a lanzarse a una temeraria aventura: recuperar para la cristiandad los Santos Lugares y, de paso, controlar el comercio con Asia. Hoy conocemos este fenómeno como las Cruzada.

(FUENTE: A. ALONSO Y L. OTERO; “El gran cambio”; Muy historia; 21; 2009; pp. 48-49)

miércoles, 17 de junio de 2009

Castillo de Burgos

En el cerro donde se emplaza el Castillo de Burgos se encuentran los orígenes de la ciudad. Recientes excavaciones han sacado a la luz restos que nos hablan de remotos pobladores de época prehistórica. El año 884, reinando Alfonso III en Asturias, el conde Diego Porcelos tomó militarmente este cerro y levantó una pequeña fortaleza en torno a la cual surgió la primitiva ciudad. Durante el siglo X sirvió de baluarte defensivo contra el Islam. Más tarde, entre los siglos XI y XIII, con la frontera al sur del Duero, el castillo quedó bajo el control directo de los reyes de Castilla y se amplió para ejercer de prisión de nobles y, ocasionalmente, de lugar de celebraciones cortesanas.

En los siglos XIV y XV, el Castillo estuvo bajo la tenencia de diferentes nobles, en particular de la familia de los Estúñiga. En ese tiempo fueron frecuentes los enfrentamientos del castillo con la ciudad y el concejo de Burgos, que culminaron en la Guerra de Sucesión (1475-1479) en la que los Estúñiga apoyaron a Juana la Beltraneja, y la ciudad a Isabel la Católica, librándose una larga batalla que acabó con la rendición de la fortaleza en 1476, tras ocho meses de asedio. Años después sirvió de fábrica de pólvora y escuela de artilleros. A finales del siglo XVI estaba en franco abandono. El año 1736 sufrió un pavoroso incendio que duró varios días ante la indiferencia de la ciudadanía, quedando destruido casi en su totalidad. La Guerra de la Independencia despertó viejos fantasmas.
Los franceses lo reconstruyeron activando con ello sus potencialidades militares y estratégicas. Sufrió el asedio dirigido por Lord Wellington, hasta que en 1813 el ejército francés se vio obligado a abandonarlo, provocando al marchar su voladura y la consiguiente destrucción. Sus restos han sido recientemente restaurados para su utilización social y cultural.

Recientes intervenciones arqueológicas permiten visitar hoy lo que queda del primitivo castillo. La muralla exterior es de planta triangular, con un lado recto y dos curvos que convergen en la hoy puerta principal, con un perímetro total de 180 m y alturas de hasta 10 m. Destacan cinco cubos o torreones, de los cuales el descubierto en 1995 es de considerable antigüedad. También encontramos restos de un foso seco, especialmente visible delante de la puerta principal, con señales del anclaje del puente levadizo.
Recientes excavaciones arqueológicas han permitido descubrir los restos de la Puerta Sur. Se trata de un muro quebrado, abierto a un vano flanqueado por sendas torres de planta semicircular. La puerta principal, abierta en el frente noroccidental, dispone de un pasadizo en bóveda. Pero lo más interesante de todo el complejo son el pozo, las escaleras y las galerías excavadas en el subsuelo. El pozo tiene una profundidad de unos 62 metros y está rodeado por una escalera de caracol formada por seis tramos o husillos diferentes. Su finalidad era proveer de agua a los ocupantes para así facilitar su vida en caso de asedio. Su fábrica es de piedra de sillería, quizás labrada entre los siglos XII y XIV. Las galerías, abiertas a una profundidad de entre 6 y 10 metros, tienen su origen en las minas y contraminas construidas con motivo de los asedios. Las más antiguas se remontan al siglo XV, pues se excavaron durante el sitio de 1476. Las galerías están conectadas con el pozo y la escalera de caracol.

(FUENTES: turismoburgos.info; wkipedia.org)

lunes, 15 de junio de 2009

Casa de los Trastámara

Amarillo: reyes de Castilla.
Rojo: reyes de Aragón.
Azul: reyes de Navarra.

La Casa de Trastámara fue una dinastía regia, de origen castellano, que se estableció en la Corona de Castilla en 1369, con Enrique II, y en la de Aragón, con Fernando I de Antequera en 1412. También reinó en el Reino de Navarra (1425-1479) y en el de Nápoles (1458-1501). El nombre de la casa tiene su origen en el condado de Tratámara, del que fue titular desde su infancia Enrique, un hijo bastardo del rey Alfonso XI de Castilla y de su amante Leonor de Guzmán. En 1516 fue sustituida definitivamente por la Casa de los Habsburgo en ambas casas, en la persona del rey Carlos I (que llegaría a ser el emperador Carlos V).

Los Trastámara en la Corona de Castilla:

La dinastía Trastámara se inició en Castilla con Enrique II (1369-1379), después de una guerra que le enfrentó con su hermanastro Pedro I (rey de Castilla y de León) y que concluyó con la muerte del rey castellano en 1369. Enrique II fue apoyado en su lucha por la nobleza, a la cual tuvo que premiar generosamente (las conocidas como las “mercedes enriqueñas”). Procuró fortalecer el poder regio, regulando de manera definitiva el funcionamiento de la audiencia, tribunal superior de justicia en sus reinos.

Su sucesor fue Juan I (1379-1390), casado en segundas nupcias con Beatriz de Portugal, y que intentó acceder al trono lusitano, aunque fracasó al ser derrotado por Aljubarrota en 1385. Este rey, en el orden interno, fue el creador del Consejo Real (1385), órgano decisivo en la toma de decisiones políticas. Durante el reinado de su sucesor, Enrique III (1390-1406), se empezó la presencia castellana en las Islas Canarias al hacer vasallo suyo a Juan de Béthencourt.

En la época de Juan II (1406-1454), se produjo un enfrentamiento político entre el bando regio, capitaneado por Álvaro de Luna, y diversos sectores de la nobleza. Aunque los realistas vencieron, en conflicto continuó en tiempos de Enrique IV (1454-1474), que logró superar las dificultades, pero en la Concordia de los Toros de Guisando (1468) tuvo que reconocer como heredera a su hermana Isabel.

Los Trastámara en la Corona de Aragón:

La dinastía Tratámara empieza en Aragón con el breve reinado de Fernando I (1412-1416). Su sucesor, Alfonso V (1416-1458), dedicó sus principales esfuerzos al mundo italiano y, después de varias tentativas, conquista Nápoles en 1442. Mientras, en tierras peninsulares, se acentúan las tensiones sociales en el campo, en la ciudad de Barcelona y en Palma de Mallorca. Juan II (1458-1479), que era rey de Navarra desde 1425, tuvo que hacer frente a estos conflictos en Cataluña ya que los conflictos de éste con su hijo Carlos fueron los que dieron pie a la revuelta. Aunque el principado se ofreció a diversos candidatos (entre ellos Enrique IV de Castilla), al final se logró la concordia. El sucesor de Juan II fue su hijo Fernando II, casado con Isabel I de Castilla.

En 1516, accedió a los dos tronos (al castellano y al aragonés) el hijo de Juana I de Castilla
y de Felipe I el Hermoso: Carlos I, nieto por tanto de los Reyes Católicos (es decir, de Isabel I de Castilla y de Fernando II de Aragón), así como del emperador perteneciente a la Casa de Habsburgo Maximiliano I. La línea dinástica Trastámara fue sustituida por una nueva Casa, la de Habsburgo, cuyo origen se encontraba fuera de los territorios de la península Ibérica, que pasó a ser conocida popularmente como la Casa de Austria y habría de reinar sobre la entidad política denominada Monarquía Hispánica hasta el final del siglo XVII.

(FUENTES: wikipedia.org; es.encarta.msn.com)